El Diario de un Hombre Ermitaño - Episodio 4 "Remembranza al Adiós.."
Hoy hago remembranza sobre decir adiós, “adiós” es una palabra que lleva tanto sentimiento y a veces puede causar tanto dolor, así como también aprendemos a decirle cuando es necesario.
Entre las experiencias de mi vida, que aún es tan corta, mencionaré solo dos recuerdos que siempre han marcado mi vida, la segunda siendo tal vez la que más me ha costado decir.
En el primer recuerdo, hablo del “Adiós” en el amor, aquel que sueles aceptar con tiempo, que a veces te afecta mucho pero terminas aprendiendo de él, se lo escuche decir a la mujer que más amé, cuando ya habían muchos problemas y aunque intente solucionar las cosas, nada funcionaba, el amor se estaba muriendo por mi ausencia, fue la primera vez que una persona me lastimaba con una palabra, la escuche atentamente y traté de comprender sus motivos y aunque estaba lleno de dolor, acepte sus palabras.
Yo también tuve que decirle adiós, me acerque a ella, la besé y le prometí no hacerle daño y me fui, pero jamás fue un adiós sincero, ya que siempre estuve presente de una u otra forma en su vida, sin incomodarla claro y ella tampoco me dejaba ir, pero con el tiempo y nuestro “adiós” falso terminamos por lastimarnos más, es allí cuando por primera vez entre en depresión y viví enardecidamente los estragos del amor, así que con todo el dolor del mundo, entre ya malos recuerdos, sentimientos heridos, tomé aire y tuve que decir adiós, acepte la realidad y que todo se había terminado, como suele suceder y es debido a mi personalidad, desaparecí de todo, encerrándome en mis viajes, en el trabajo, en la vida misma y aprendiendo nuevamente que el mundo es hermoso y que la felicidad está en el arte de amarse a uno mismo.
Gracias a ese “Adiós sincero”, también aprendí ese artificio extraordinario de acepta los recuerdos buenos y eliminar los malos, como lo dijo el gran Gabriel García, gracias a ello aprendí amar mis recuerdos personales y enaltecer a esa mujer por la que aún tengo grandes sentimientos, a la que agradezco por todo lo que me dio, entre sus besos y abrazos, entre sus palabras y esa forma de mirar que nunca olvidaré.
El segundo recuerdo sobre el adiós, ese que hasta el día de hoy suele traerme una lagrima de vez en cuando, fue aceptar que un hermano mío había muerto, mis queridos lectores ese Adiós es el que más duele, pues aunque pasen los años, el sentimiento sigue vivo y como lo extraño.
Tuve que decirle adiós a un hermano, que me enseñó a ser más humano, que me enseño que mi familia sin ser perfecta es una gran familia, que me enseñó a demostrar el amor por las cosas y hacia los demás.
Tuve que decirle adiós a ese hermano, que vi crecer, llorar, amar, aquel que cuidaba y conversaba, porque en su ausencia, siempre están los recuerdos de madrugada cuando tocaba mi puerta y tenía miedo, miedo a la oscuridad, a los sonidos y yo estaba ahí para él.
Tuve decir adiós, a una persona que se llevó consigo gran parte de mi vida y felicidad y superar su ausencia me costó mucho tiempo mis queridos lectores, mucho tiempo.
Hoy escribo esta remembranza al Adiós, porque todos hemos pasado por ello, tal vez en diferentes circunstancias, en otras historias, pero todos hemos aprendido a decir adiós o a escucharlo de otra persona.
Sea cual sea la experiencia vivida, siempre nos enseña a madurar y crecer, nos humaniza y nos hace mejores personas.
Así que por hoy he terminado. Les digo “Adiós”, pero es solo hasta mi nuevo escrito.
Como siempre es grato escribir para ustedes.
Entre las experiencias de mi vida, que aún es tan corta, mencionaré solo dos recuerdos que siempre han marcado mi vida, la segunda siendo tal vez la que más me ha costado decir.
En el primer recuerdo, hablo del “Adiós” en el amor, aquel que sueles aceptar con tiempo, que a veces te afecta mucho pero terminas aprendiendo de él, se lo escuche decir a la mujer que más amé, cuando ya habían muchos problemas y aunque intente solucionar las cosas, nada funcionaba, el amor se estaba muriendo por mi ausencia, fue la primera vez que una persona me lastimaba con una palabra, la escuche atentamente y traté de comprender sus motivos y aunque estaba lleno de dolor, acepte sus palabras.
Yo también tuve que decirle adiós, me acerque a ella, la besé y le prometí no hacerle daño y me fui, pero jamás fue un adiós sincero, ya que siempre estuve presente de una u otra forma en su vida, sin incomodarla claro y ella tampoco me dejaba ir, pero con el tiempo y nuestro “adiós” falso terminamos por lastimarnos más, es allí cuando por primera vez entre en depresión y viví enardecidamente los estragos del amor, así que con todo el dolor del mundo, entre ya malos recuerdos, sentimientos heridos, tomé aire y tuve que decir adiós, acepte la realidad y que todo se había terminado, como suele suceder y es debido a mi personalidad, desaparecí de todo, encerrándome en mis viajes, en el trabajo, en la vida misma y aprendiendo nuevamente que el mundo es hermoso y que la felicidad está en el arte de amarse a uno mismo.
Gracias a ese “Adiós sincero”, también aprendí ese artificio extraordinario de acepta los recuerdos buenos y eliminar los malos, como lo dijo el gran Gabriel García, gracias a ello aprendí amar mis recuerdos personales y enaltecer a esa mujer por la que aún tengo grandes sentimientos, a la que agradezco por todo lo que me dio, entre sus besos y abrazos, entre sus palabras y esa forma de mirar que nunca olvidaré.
El segundo recuerdo sobre el adiós, ese que hasta el día de hoy suele traerme una lagrima de vez en cuando, fue aceptar que un hermano mío había muerto, mis queridos lectores ese Adiós es el que más duele, pues aunque pasen los años, el sentimiento sigue vivo y como lo extraño.
Tuve que decirle adiós a un hermano, que me enseñó a ser más humano, que me enseño que mi familia sin ser perfecta es una gran familia, que me enseñó a demostrar el amor por las cosas y hacia los demás.
Tuve que decirle adiós a ese hermano, que vi crecer, llorar, amar, aquel que cuidaba y conversaba, porque en su ausencia, siempre están los recuerdos de madrugada cuando tocaba mi puerta y tenía miedo, miedo a la oscuridad, a los sonidos y yo estaba ahí para él.
Tuve decir adiós, a una persona que se llevó consigo gran parte de mi vida y felicidad y superar su ausencia me costó mucho tiempo mis queridos lectores, mucho tiempo.
Hoy escribo esta remembranza al Adiós, porque todos hemos pasado por ello, tal vez en diferentes circunstancias, en otras historias, pero todos hemos aprendido a decir adiós o a escucharlo de otra persona.
Sea cual sea la experiencia vivida, siempre nos enseña a madurar y crecer, nos humaniza y nos hace mejores personas.
Así que por hoy he terminado. Les digo “Adiós”, pero es solo hasta mi nuevo escrito.
Como siempre es grato escribir para ustedes.
Luis Pablo
