El Diario de un Hombre Ermitaño - Episodio 2 "un caminante errante"
Estaba sentado en la orilla de un río, a las afueras de un pequeño pueblo del cual solo me quedan algunos recuerdos, algunos tan gratos como para aquellos caminantes errantes de la noche como su narrador, ver el gran amanecer…
Entre estos ritos poco habituales para una persona, eran tan placenteros para mí, como también el caminar bajo la lluvia y disfrutar de esa sensación que el mundo es hermoso y te llena de alegría, que los grandes momentos apenas comienzan, o que eres Gene Kelly en “Singing in the rain”, que siempre hay un principio y bajo sobre toda filosofía “todo tiene solución”.
Disfrutar entre risas las gracias de las personas, que gustosas hablan con uno y comparten su día, sus pensamientos, sus preocupaciones y son capaces de abrirte las puertas de su hogar como a un familiar más.
Disfrutar de la comida local, que es un gran festín al paladar entre esos sabores y aromas que no encontrarías en la gran ciudad, la grata sonrisa de esas personas que viven con júbilo a diario y esa amabilidad única de los lugares pequeños, en donde el hogar se siente a cada esquina y se propaga la confianza.
Disfrutar de las historias y leyendas urbanas que dan nombre a este lugar y esa gracia al contarlas de los ancianos, con vivencias personales y esa sabiduría extraña que me demuestra casi siempre que las personas nos alejamos de nosotros mismo y de nuestras raíces, que nos dejamos consumir por cosas vanas, materiales y nos olvidamos rotundamente que la paz y felicidad se encuentra en nuestro lado espiritual, en lo más profundo de nosotros.
Lugares como este me demuestran que lo más simple y sencillo pueden producir ese gozo por la vida, que todo lo uno realice es importante, que las personas del lugar aman lo que hacen y que conocerse a uno mismo es un idilio interminable, cambiante, pero gracias a todo eso, lo hace más emocionante.
Estas son las lecciones que me dejan estos pequeños lugares, pero sé que tengo que seguir caminando ya que aún no encuentro lo que tanto anhelo.
Así que su narrador se despide por ahora, a encontrar otro lugar en donde pueda escribir…
Entre estos ritos poco habituales para una persona, eran tan placenteros para mí, como también el caminar bajo la lluvia y disfrutar de esa sensación que el mundo es hermoso y te llena de alegría, que los grandes momentos apenas comienzan, o que eres Gene Kelly en “Singing in the rain”, que siempre hay un principio y bajo sobre toda filosofía “todo tiene solución”.
Disfrutar entre risas las gracias de las personas, que gustosas hablan con uno y comparten su día, sus pensamientos, sus preocupaciones y son capaces de abrirte las puertas de su hogar como a un familiar más.
Disfrutar de la comida local, que es un gran festín al paladar entre esos sabores y aromas que no encontrarías en la gran ciudad, la grata sonrisa de esas personas que viven con júbilo a diario y esa amabilidad única de los lugares pequeños, en donde el hogar se siente a cada esquina y se propaga la confianza.
Disfrutar de las historias y leyendas urbanas que dan nombre a este lugar y esa gracia al contarlas de los ancianos, con vivencias personales y esa sabiduría extraña que me demuestra casi siempre que las personas nos alejamos de nosotros mismo y de nuestras raíces, que nos dejamos consumir por cosas vanas, materiales y nos olvidamos rotundamente que la paz y felicidad se encuentra en nuestro lado espiritual, en lo más profundo de nosotros.
Lugares como este me demuestran que lo más simple y sencillo pueden producir ese gozo por la vida, que todo lo uno realice es importante, que las personas del lugar aman lo que hacen y que conocerse a uno mismo es un idilio interminable, cambiante, pero gracias a todo eso, lo hace más emocionante.
Estas son las lecciones que me dejan estos pequeños lugares, pero sé que tengo que seguir caminando ya que aún no encuentro lo que tanto anhelo.
Así que su narrador se despide por ahora, a encontrar otro lugar en donde pueda escribir…
Luis Pablo
