El Diario de un Hombre Ermitaño - episodio I "Comienzo"
Mientras caminada por esta ciudad tan fría, escuchando música y olvidándome de todo lo que acontece a mí alrededor, divisé un banco vació en pleno centro de la ciudad. Era de noche, con un cielo tan cubierto con una neblina que no perdonaba y nos castigaba enardecidamente sin poder apreciar la luna o las estrellas.
Decidí sentarme, prender un cigarrillo y dejarme llevar por el arte de observar y ver como de un momento a otro los demás cobraban vida dentro de mi espacio, mientras la música de fondo formaba parte del creativo evento que hilvanaba en mi cabeza.
Siempre usaba este artificio cuando me quedaba sin ideas para escribir y hasta el día de hoy me sigue funcionando, la vida cotidiana, las personas extrañas al azar son parte de mi inspiración, ya que el mundo entero y todo dentro de él son las mejores ideas que un escritor huraño como yo tiene.
Pero suele suceder que en ciertas ocasiones, mis recuerdos son impulsivos, siempre invaden mi mente cuando menos lo espero, pero comprendo siempre les he dado libre albedrío.
Así que recordé una conversación con una mujer de mi pasado, una persona a la que había amado intensamente, pero que ahora formaba parte de la gran fábula utópica que son mis recuerdos.
Ella me hizo una pregunta ese día, algo que siempre tengo presente pues fue la primera vez que me la hicieron, me miró con ternura a los ojos y me dijo – y tú ¿Cómo esperas que sea la mujer que amas?, me atonte y me quede sin palabras, le dije – dame un momento, pues quiero ser muy sincero- como siempre fui muy pésimo para decir las cosas, imagine que estaba escribiendo y al mismo ritmo en que suelo escribir, empecé a decir:
“La mujer que amo, es siempre ella misma, pues no solo es mi pareja, es también es mi mejor amiga, es aquella mujer que conoce todo de mí y que al ser una mujer completa no pierde ese toque de picardía de su niña interior, con la que puedo caminar todos los días y compartir bromas, travesuras mezclada con esa elegancia que solo ella sabe darle.
La mujer que amo, es la persona en quien más confío, es la que me eleva en fantasías tan solo con verla sonreír, no porque disfrace con grandes palabras la forma en que lo hace, sino porque me mira con tanto amor y ternura que hace que sienta desnudo ante ella.
La mujer que amo es mi complemento, sé que habrá momentos en que se presentarán problemas y tendremos diferentes puntos de vista, pero siempre habrá una forma de solucionar las cosas.
La mujer que amo, sabe que tengo que enamorarla cada vez que inicia el día, pues no dejaría que las cosas llegarán a la costumbre y ella también haría lo mismo por mí, pues ambos consideramos que una relación es una batalla románica entre todo lo negativo contra lo nuestro.
La mujer que amo, sabe que a veces tengo días malos y no soy bueno para aceptarlo, tan solo se acercará y me abrazará pues es lo único que necesito en ese momento.
La mujer que amo, es la única con quien pasaría toda la tarde abrazándola en un día friolento y aunque no lo sea, a la que cocinaría y pasaría viendo películas en pijamas porque siempre preferimos la comodidad antes que cualquier otra cosa.
Y Por último, la mujer que amo, es aquella a la que estoy viendo ahora delante de mí, con esos ojos enormes que se llegan de lágrimas y esa sonrisa tan tierna que adoro y no tiene ninguna palabra para responder a las mías. – Así que me acerque lentamente, puse mis labios sobre los de ella y nos dejamos llevar por ese momento tan corto e inquebrantable, tan perfecto y eterno…
Pero ahora, tantos años después, sentado en esta banca, en una ciudad tan friolenta, con un cigarrillo y música de fondo, mientras sonrío recordando ese fragmento de mi vida que ahora se lo lleva el viento.
Di por terminada mi sesión y mi andar diario, tan solo cambie de canción y me empecé a regresar a casa…
Decidí sentarme, prender un cigarrillo y dejarme llevar por el arte de observar y ver como de un momento a otro los demás cobraban vida dentro de mi espacio, mientras la música de fondo formaba parte del creativo evento que hilvanaba en mi cabeza.
Siempre usaba este artificio cuando me quedaba sin ideas para escribir y hasta el día de hoy me sigue funcionando, la vida cotidiana, las personas extrañas al azar son parte de mi inspiración, ya que el mundo entero y todo dentro de él son las mejores ideas que un escritor huraño como yo tiene.
Pero suele suceder que en ciertas ocasiones, mis recuerdos son impulsivos, siempre invaden mi mente cuando menos lo espero, pero comprendo siempre les he dado libre albedrío.
Así que recordé una conversación con una mujer de mi pasado, una persona a la que había amado intensamente, pero que ahora formaba parte de la gran fábula utópica que son mis recuerdos.
Ella me hizo una pregunta ese día, algo que siempre tengo presente pues fue la primera vez que me la hicieron, me miró con ternura a los ojos y me dijo – y tú ¿Cómo esperas que sea la mujer que amas?, me atonte y me quede sin palabras, le dije – dame un momento, pues quiero ser muy sincero- como siempre fui muy pésimo para decir las cosas, imagine que estaba escribiendo y al mismo ritmo en que suelo escribir, empecé a decir:
“La mujer que amo, es siempre ella misma, pues no solo es mi pareja, es también es mi mejor amiga, es aquella mujer que conoce todo de mí y que al ser una mujer completa no pierde ese toque de picardía de su niña interior, con la que puedo caminar todos los días y compartir bromas, travesuras mezclada con esa elegancia que solo ella sabe darle.
La mujer que amo, es la persona en quien más confío, es la que me eleva en fantasías tan solo con verla sonreír, no porque disfrace con grandes palabras la forma en que lo hace, sino porque me mira con tanto amor y ternura que hace que sienta desnudo ante ella.
La mujer que amo es mi complemento, sé que habrá momentos en que se presentarán problemas y tendremos diferentes puntos de vista, pero siempre habrá una forma de solucionar las cosas.
La mujer que amo, sabe que tengo que enamorarla cada vez que inicia el día, pues no dejaría que las cosas llegarán a la costumbre y ella también haría lo mismo por mí, pues ambos consideramos que una relación es una batalla románica entre todo lo negativo contra lo nuestro.
La mujer que amo, sabe que a veces tengo días malos y no soy bueno para aceptarlo, tan solo se acercará y me abrazará pues es lo único que necesito en ese momento.
La mujer que amo, es la única con quien pasaría toda la tarde abrazándola en un día friolento y aunque no lo sea, a la que cocinaría y pasaría viendo películas en pijamas porque siempre preferimos la comodidad antes que cualquier otra cosa.
Y Por último, la mujer que amo, es aquella a la que estoy viendo ahora delante de mí, con esos ojos enormes que se llegan de lágrimas y esa sonrisa tan tierna que adoro y no tiene ninguna palabra para responder a las mías. – Así que me acerque lentamente, puse mis labios sobre los de ella y nos dejamos llevar por ese momento tan corto e inquebrantable, tan perfecto y eterno…
Pero ahora, tantos años después, sentado en esta banca, en una ciudad tan friolenta, con un cigarrillo y música de fondo, mientras sonrío recordando ese fragmento de mi vida que ahora se lo lleva el viento.
Di por terminada mi sesión y mi andar diario, tan solo cambie de canción y me empecé a regresar a casa…
Luis Pablo
